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Reverendo Smith

Reverendo Smith

El apocalipsis femenino

Hartos de concebir el sexo en pareja como una rogatoria, como la galletita que se da al perro a modo de premio, como un deseo unilateral, como la costumbre de un chantaje a infinidad de antojos, cansados pues de que el asunto carnal con su pareja se haya reducido a ésto, un amplio porcentaje de la población masculina se pasa a la "otra acera". Y cientos y miles de bisagras se desprenden de las puertas de los armarios y caen estrepitosamente al suelo, porque las salidas de los armarios son masivas, los talleres ya no saben qué hacer con tanta pérdida de aceite, y los fabricantes de edredones hacen el agosto con tantas y tantas montañas de pluma.

Las manifestaciones para con el orgullo gay se suceden como los días y superan todas las previsiones de asistencia, mientras los heteros se preguntan si no serán ellos los "raritos".

Mujeres, en verdad os digo que aquel apéndice - la polla- al que habéis calificado como contenedor de la inteligencia masculina, y habéis aborrecido como a niño hiperactivo, en menos tiempo del que pensáis, se convertirá en vuestro tesoro más preciado. Desempolvad y renovad vuestros viejos juguetes sexuales, porque está cerca el día en que aquello que os jactábais entre amigas de no utilizar, sea vuestro tesoro más preciado e inconfesable en esas mismas reuniones.

Haced acopio y agradecer los piropos que los albañiles os lanzan desde las obras, porque en breve solo os recordarán lo horteras que sois por no vestir a la última y no lucir ciertas marcas entre vuestro vestuario.

Señoras, puedo deciros sin miedo a equivocarme que vuestro apocalipsis está cerca...

A propósito del cine Yanki

¿No les parece curioso cómo los personajes de las películas Yankis quedan para las citas sin concretar la mitad de las veces donde quedar?

-         ¿A qué hora te va bien?

-         A las ocho.

-         De acuerdo, allí estaré.

La otra mitad de las veces, quedan en las citas como si ciudades del tamaño de New York o San Francisco midiesen dos metros cuadrados.

-         ¿Dónde quedamos?

-         En Central Park    

-    Ok, allí estaré.                                                                  

Así, sin concretar lugar. Aquí se queda en una estación de metro, y se pega uno media hora buscando a su cita, incluso a veces ni con el teléfono móvil como apoyo:

-         ¿Dónde te has metido?

-         En la estatua de Botero

-         Pero si estoy en el culo del caballo, y no te veo…

-         Claro, es que llevo 10 minutos montado encima. 

¿Y que me dicen de las peleas? A cualquiera de nosotros nos hubiese sobrado el primer golpe de cualquiera de esas trifulcas para caer en la más absoluta de las inconsciencias. Pero a ellos no, a ellos les trae sin cuidado estar dos o tres horas seguidas propinándose toda suerte de golpes, y seguir levantándose del suelo, más frescos que el pescado del capitán Pescanova, para seguir repartiendo y recibiendo candela.

¿Y la cantidad de balas que son capaces de recibir los malos antes de morir?

Cargadores enteros de 98 balas he llegado a contar en el cuerpo de un maléfico antes de doblar las rodillas en tierra. Es más, en algunas ocasiones después de semejante ración de plomo, es capaz de levantarse a los cinco minutos para seguir haciendo de las suyas. Oigan, un poquito de seriedad, que no tenemos todo el día, y a éste paso vamos a tener que avisar al Cordobés, para que vean lo que es una faena rápida y bien hecha.

¿Los han visto conducir? Unos temerarios, oigan. ¿Es que en las autoescuelas no les enseñan que es de mala educación mantener una conversación de diez minutos, sin mirar en ningún momento al frente cuando se conduce? Las delicias de cualquier pareja de la benemérita y su recetario de multas. Dos minutos les iban a durar la docena de puntos.

¿Y del asunto carnal? Luego vienen a increparnos con las encuestas que los españolitos duran poco en la cama. Pues no vean los Yankis, que a la que se dan dos besos y un achuchoncillo, la escena se corta y cambia a la mañana siguiente. ¿No les parece sospechoso? ¿Eyacularán tan precipitadamente como las guerras que declaran? 

Otro detalle curioso es el de los números de teléfono. ¿Por qué todos los números en Yankilandia siempre empiezan por cinco cinco cinco?(no me dejaré provocar con la rima fácil) Y nos quejamos de Telefónica, pero hombre, aquí por lo menos nos dan prefijos distintos en cada provincia, mucho más original, donde va a parar. Eso si, si tienen una avería es más barato y rápido cambiar a otro número.

Como dice el sabio refranero popular, se cree el ladrón que todos son de su condición, y al parecer, los norteamericanos presuponen al resto de mortales de su misma condición, es decir con un alto porcentaje de estúpidos entre sus filas.

La echo tanto de menos...

Echo de menos su sonrisa y el reflejo del mundo en el espejo de sus ojos azules. También su eterno dinamismo, motor y fuente de energía imparable, su corazón, esa mirada, sincera como la niñez.

Echo de menos observarla a escondidas en la cocina, mientras sueña despierta, imaginar sus pensamientos, intentando que el aroma a canela no me aparte de ellos.

Echo de menos compartir nuestros pensamientos, ilusiones, sentimientos, simbiosis reconfortante. 

Echo de menos sus dibujos en mi espalda, sus besos, su pasión, que me trasladaba a otros mundos, a otras dimensiones, que me hacía estremecer, abandonarme a fundirme con el universo, cual gota de agua al tocar el charco, a un no sentir que ponía en evidencia cualquier atisbo de existencia. 

Echo de menos su luz, que cada día me guiaba, y que ahora me condena a vagar cual espíritu entre tinieblas. 

Echo de menos ser un poeta para poder liberar mis sentimientos como sólo así podría. 

Echo de menos cuando intentaba olvidarla, porque entonces aún albergaba la esperanza de poder hacerlo. 

Echo de menos ser marinero para poder soltar este nudo en la garganta, que me aprieta y me ahoga desde para siempre. 

Echo de menos maldecir a ese dios que la señaló como mi talón de Aquiles. 

Echo de menos las noches en que la luna y el dolor aún no eran mis compañeros de velada. 

Echo de menos cada segundo que pasé con ella, porque en cada segundo que con ella pasé, jamás imaginé que la echaría tanto de menos. 

Echo de menos ese calor con sabor a dulce, que, como todo lo que echo de menos, ya nunca volverá. 

Desde aquel día la echo de menos.Y decidí que pintaría el cielo de mi vida de color gris, que un  eterno escalofrío recorrería mi espalda, y que el recuerdo de su voz sería mi melodía, y echarla de menos mi destino. Ahora, desde el otro lado de la muerte, echo de menos el echarla de menos.  

*Este texto fue escrito con Rue Des Cascades  La Parade (Yann Tiersen) sonando de fondo.

Sobre estrés y sexo, o viceversa

Es indiscutible que vivimos -sobre todo en las grandes ciudades- con el estrés sobrevolando nuestras cabezas las veinticuatro horas del día.El virus de nuestra era. De esto no se libra ni Dios.

No me pongan esa cara de incrédulos, que ustedes también están infectados.¿Alguna vez han hecho la prueba de pasear por los pasillos del metro a la velocidad que lo harían por el campo? Háganlo. Observarán como la marabunta les adelanta a velocidades que solo les son permitidas a Alonso y Shumaker. Con esas caras de poseídos, atrapados en el cuento de correquetepillo.

Esprintan como si al final de los pasillos les estuvieran esperando para apalear a su suegra, o linchar a tortazos -con la mano abierta- al seboso de su jefe, y no llegaran a tiempo al evento.

Sepan que ustedes también pertenecen a la marabunta.Permítanme un consejo: dejen a su suegra y al gordo tranquilos, que ya les llegará lo suyo, y dedíquense a bajar el ritmo de su vida, que desde que ponen el pie en el suelo por la mañana hasta que se acuestan, parece que les hayan untado el culo con guindillas picantes. 

Es curioso el fenómeno del contagio del estrés: aunque uno se incorpore a la muchedumbre en estado de relax absoluto, hay un algo que le invita a correr y sentirse ansioso. Uno se contagia y no se sabe bien como, si a través del aire, de los poros, o de los fluidos corporales. Da lo mismo en qué rincón intente esconderse, que allí estará el estrés cual agente de la C.I.A., esperándolo para rodearlo con sus brazos. 

Se preguntarán dónde esta el sexo en esta parrafada. Marranos. Todo esto del estrés influye en la cosa del sexo; vaya si lo hace.Como se trae carrerilla de vivir todo el día a velocidad supersónica, pues claro, el sexo no iba a ser menos: salto al ruedo, estocada y abandono del coso. ¿Y que hay de los pases, puyas, banderillas, saludo y paseillo a hombros? Señor@s, con la calma, que estamos tratando un tema muy serio. El TEMA.

Y hago especial hincapié en el sector masculino. Al cabo del día tienen la cabeza tan embotada de prisas, fax, llamadas, la revisión, hipotecas, quemepillaeljefe, etc, que claro, a la hora del postre, el resorte no dispara el caudal sanguíneo en la quinta extremidad. Que no trempan ni con tarrito de Viagra, vaya. Y cuando consiguen que la cobra levante cabeza, El TEMA se convierte en una llamada más de teléfono, el envío de un fax, o en otra hoja de cálculo. Monotonía pura. Eso contando que haya TEMA, claro,  porque a veces ni por monotonías se arrancan.

Otras veces la erupción les sobreviene casi sin calentar el volcán, y su señora de ustedes allí, despatarrada como en la última visita al ginecólogo, con cara de circunstancia y pensando para sus adentros -¿ya has acabado hijo de la grandísima puta? ¿Y que hay de lo mío?Y ustedes, como cabía esperar, ya tienen coartada preparada: -es el estrés, cariño, que me tiene aturdido.

Respiren profundo y reflexionen, que no está la cosa para tonteos, a ver si gracias al estrés van a acabar con la mejor manera de combatirlo.¿Dónde quedaron esos ratos interminables de caricias, de susurros al oído, de embadurnar con aceite a su pareja, de baño con sales y velas, de degustar la sección de confitería en el cuerpo de su compañer@?De abandonarse sin prisas al placer, vaya. No me jodan, que no todo es empujar y salir corriendo.

Vale que uno no haya probado bocado desde los votos de castidad, pero eso fue por elección propia, pero ustedes que tienen la oportunidad de comer caliente cuando les venga en gana, va y los señoritos se estresan. Tienen la capacidad de irritar a cualquiera, desagradecidos, aquí servidor años soñando con echarse un buen trozo de carne a la boca, y ustedes tirando la comida porque están estresados. Hay que joderse, ¿saben que les digo? Que son todos una panda de hijos de… vaya!, el teléfono.